País de flores

Corrí lo más lejos que pude, lo más rápido que mis piernas me lo permitieron para, al detenerme, descubrir que hacía mucho había dejado atrás mi mundo, siguiendote o huyendo de ti, aún no lo recuerdo bien.

Me descubrí frente a un campo, un hermoso campo que decicí nombrar Mi Jadín. Y me dediqué a vivir en ese nuevo mundo, donde cada día era hermoso y cada noche agrablemente cálida, mientras trataba de olvidarte, recordandote cada noche.

Solía refugiarme en las Rosas rojas, nadando entre ellas solo para recordar tu voz. De vez en cuando los Helenios llenaban mi rostro, cayendo vivos desde mis ojos mientras arrancaba llena rabia cada Osmunda que osaba crecer cerca del rosal.

También visitaba los Girasoles, alimentandome de la luz y alegría que parecían proporcionar, olvidando por un rato como había llegado ahí. Y en las tardes un poco más calurosas, me sentaba a la orilla de un riachuelo cercano, viendo como la corriente traía hasta mi Alerces, Iris, Geranios, Pulsátilas, Acederas y hasta una vez logró sonrojarme al posar en la orilla contraria un Junquillo.

En las noches, luego de contar las interminables estrellas, te soñaba. Rodeado de Ambrosías que habías traido solo para mi, mientras tu sonrisa daba vida a todas las Rosas sin espinas que yo injustamente había dejado morir.

Pero no siempre eran buenos sueños, cuando me quedaba hasta tarde llenandome del aroma de los Tejos te veía entre sueños, pero está vez no estabas rodeado de flores, solo me entregabas un ramo con una sonrisa gélida, nada parecida a la anterior. Yo observaba el ramo con detenimiento, tratando de comprender su significado, aunque lo sabía de antemano, con solo ver la Albahaca enredandose entre los Claveles estriados y amarillos. El corazón se me encogía, viendote con una mezcla de dolor y entendimiento te sonreía y a veces, lleno de lástima te arrancabas una Madreselva del bolsillo, dejandola en mi mano, sonriendo condescendiente.

Despertaba entre Helenios y los apartaba rabiosa de mi debilidad. Suspiraba sobrecogida y creo que después me abrazaba incocientemente a las Osmundas que antes había despreciado, durmiendome de nuevo, esperando el momento perfecto para salir de mi País de Flores.